"Dicen que en la antigüedad, la catedral de Chartres, herida por un rayo, se quemó de arriba abajo. Cuentan que entonces miles de personas vinieron corriendo de todos los rincones del mundo, gentes de todo género de vida: atravesaron Europa como lemmings emigrantes y comenzaron, todos juntos, a reconstruir la catedral sobre sus antiguos cimientos. Allí vinieron, hasta que se terminó el inmenso edificio, arquitectos, obreros, juglares, nobles, prelados y gente corriente de la clase media; pero sus nombres fueron desconocidos, e incluso hoy día nadie sabe
quién construyó la catedral de Chartres.

Creo que el arte perdió su significado para la vida en el momento en que se separo del culto (religión)
Corto su cordón umbilical y vive su propia vida independiente, sorprendentemente estéril, deslucido y degenerado. La capacidad creadora colectiva, el humilde hombre anónimo, son ya reliquias olvidadas y enterradas, desprovistas de valor.
Mis pequeñas penas y mis dolores son examinadas con un microscopio sub specie aeternitatis.

El temor a lo oscuro que caracteriza al subjetivismo y la conciencia escrupulosa se ha convertido en lo importante, y corremos finalmente hacía un callejón sin salida, donde discutimos los unos con los otros sobre el tema de nuestra soledad, sin que nadie escuche a los demás y sin darnos cuenta siquiera de que nos hemos agolpado tanto que estamos a punto de morir de asfixia.
Estamos realmente aprisionados en nuestros círculos viciosos, tan encerrados en nuestra propia angustia que nos hemos vuelto incapaces de distinguir lo verdadero de lo falso, los ideales de gánster del abandono sincero.

Trabajo como todo el mundo para construir una catedral, porque soy artista y artesano, y porque he aprendido a sacar rostros, miembros y cuerpos de la piedra.
Nunca me preocupare de lo que opinen la posteridad o mis contemporáneos; mi nombre no está esculpido en parte alguna y desaparecerá conmigo."

(Ingmar Bergman)

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